El festival del odio aquí, a nuestro lado


La semilla del odio está tan sembrada en el corazón y el alma de tantos colombianos “de bien” que da terror saber que ellos andan al lado de uno.

Por eso pasarán décadas antes de que haya paz en este país. ¡Hablo de décadas incluso después de que se firmen los acuerdos de paz con las guerrillas!, si es que algún día se firman.

Lo volví a presentir hoy por dos episodios ocurridos en las redes sociales:

El primero, la publicación del periódico El Colombiano en su página de Facebook de la noticia que daba cuenta de la muerte en la cárcel de un hombre señalado de matar esta semana a su compañera sentimental y al hijo de ella, de 7 años, en el municipio de Caldas, cercano a Medellín.


La ola de comentarios celebrando el crimen del homicida en prisión es escabrosa, aterradora: a mediodía iban 628 y a las cinco de la tarde 845.

La mayoría celebraban la muerte del homicida, estaban felices con eso, la festejaban dichosos en una apología enloquecida exaltando la venganza, la sangre y la justicia por mano propia.




Y el segundo, también en Facebook, fue la reproducción de un diálogo en esa red que tuvo el fotógrafo Nelson Cárdenas con un hombre que apenas conocía.

El fascismo más tenebroso que pueda haber existido se quedó en pañales en la argumentación desbordada del tipo que le replicaba a Cárdenas.

(Dé clic en el enlace y entre a Facebook a leer una verdadera cátedra de intolerancia, amenazas y agresiones por simplemente opinar diferente).


Por cosas como esta es que uno es pesimista de que algún día haya paz. No acuerdos políticos que terminen en un tratado del fin de la confrontación armada, sino verdadera paz.

Porque el hambre de violencia, el odio y la venganza están regados entre mucha gente de este país, incluso la que anda al lado de uno.



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