Juegos de nuestra guerra 5: Internet y conflicto armado


Como en cualquier otra guerra, la victoria en el conflicto armado colombiano no se logra sólo en el terreno militar, ni en los teatros de operaciones donde desde hace 40 años se ha dado en forma tradicional la confrontación.

La guerra también se libra en el terreno político y simbólico, y ahí las estrategias comunicativas juegan un papel vital, pues hacen real esa lucha por el sentido, por la hegemonía del discurso propio, por la construcción de la imagen pública y por la destrucción del enemigo.

Desde finales de la década pasada, a la par con el crecimiento de Internet, todos los actores armados, tanto estatales como ilegales, han tenido presencia en la red.

Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación son pieza clave en las estrategias de guerra y están siendo aprovechadas de manera muy intensa y diversa –cada vez con mayor eficiencia– por cada uno de los bandos en contienda.

El conflicto colombiano también tiene a las nuevas tecnologías como un arma táctica en esos “otros” teatros de operaciones. El ciberespacio es uno de los más activos pese a que causa poco ruido ante el grueso de la opinión pública nacional.

Internet es un escenario más por esa disputa por el control o la imposición de los significados, por la exaltación de la imagen propia y por la demonización del enemigo; es escenario de campañas continuas de información, desinformación y contrainformación de todos los bandos en disputa. Y para ello se utilizan toda clase de estratagemas, como esta de los juegos, por ejemplo.

Las nuevas tecnologías han multiplicado la propaganda y la desinformación, haciendo que incluso personas que jamás han sido combatientes, que nunca han hecho parte de ninguna organización armada y ni siquiera hayan empuñado un revólver, se conviertan por obra y gracia de unos conocimientos básicos en programas informáticos, en fervientes propagadores de una u otra ideología. Incluso, es posible que sin proponérselo de una manera muy consciente, muchos se convierten en esto último.

Así, la propaganda y la desinformación dejaron de ser patrimonio exclusivo de los servicios especializados que cumplían esa función en los grupos armados, aunque todos los conservaron y fortalecieron.

Las viejas narrativas de la guerra han sido adaptadas al mundo digital a través de webs, blogs, podcasts y videos en YouTube o en sitios propios.

También han explorado formas novedosas en nuestro medio de narrar el conflicto, con estos juegos sencillos para niños y adultos. Y ninguno de ellos, ni siquiera los que parecen más tiernos, son “jueguitos inocentes”.

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