Sobre retóricas vacías, narrativas gastadas y discursos guerreristas

















En las marchas contra el secuestro del 5 de julio de 2007, los periodistas vieron mucha gente, muchísima, pero no vieron ni contaron lo más importante.

Mi mamá no sabe nada de lógicas internas de funcionamiento de los medios masivos de comunicación y muy poquito de las rutinas de un reportero cuando va tras una información, a pesar de mis 20 años de trabajo como periodista. No le he contado mucho de eso quizá para no asustarla aunque ella, que es buena lectora y asidua consumidora de medios, saca sus propias conclusiones tras recibir una información. Y casi nunca se equivoca...

Sin embargo, quedó sorprendida cuando vio con sus propios ojos a una nube de periodistas que cubría en Medellín la marcha del 5 de julio, en la cual ella iba en medio de la multitud. “Parecían avispas corriendo detrás del Alcalde, del Gobernador, a Juanes estuvieron a punto de hacerlo caer y a Víctor Aristizábal (el futbolista) no lo dejaban caminar y casi le hacen comer grabadoras y micrófonos. ¡Nooo, yo no sabía que eso era así!”, me dijo espantada.

A mí también me sorprende que todavía tantos de mis colegas sigan corriendo detrás de los “personajes”, cuando la inmensa mayoría de ellos, como mínimo, suelta respuestas planas, huecas, puros lugares comunes o frases fabricadas milimétricamente por sus asesores de imagen.

Lo más grave es que eso ocurra en el cubrimiento de hechos como éste, en el que los verdaderos protagonistas a entrevistar eran otros: en este caso, los ciudadanos que se fueron a la calle a protestar por la monstruosidad del secuestro y, sobre todo, las víctimas de ese delito.

¡Víctimas y ciudadanos rasos eran quienes debieron haber estado en todos los titulares, así nos sepamos de memoria sus historias, pues siempre serán únicas e irrepetibles porque el dolor de cada ser humano jamás tendrá comparación!

El presidente Álvaro Uribe, como personaje mayor en el país, arrastró cámaras como siempre. Uribe no sólo se apropió del liderazgo de ese sentimiento de rechazo que produjo el asesinato de los diputados del Valle secuestrados por las Farc, sino que capitalizó para su imagen y sus intereses una movilización que él no fue el primero en convocar.

Él y sus asesores, expertos para manejar medios y hacer propaganda camuflada como “información”, en propinar golpes de opinión, lograron meter su discurso tanto en la convocatoria, como en el momento mismo de la marcha. Y los medios no cuestionaron eso, mordieron de nuevo el anzuelo y apenas se dedicaron a darle voz al Presidente que, otra vez, como siempre, madrugó a sacar lo mejor de su artillería verbal.

Por eso, si nos limitamos a los mensajes que presentaron muchos medios, al final no se supo si fueron unas marchas por la paz (por eso de las camisas blancas, los mensajes bonitos y los anhelos de un Acuerdo Humanitario), de rechazo al secuestro (por eso del crimen de los diputados cautivos, pues ello motivó las movilizaciones) o si se trataba de un plebiscito callejero para volver a declarar la guerra (por la intolerancia que mostraron algunos ciudadanos, sus reclamos de más mano dura y por los propios llamados incendiarios del presidente Uribe).

Esa construcción mediática tan particular se expresó de manera directa o indirecta, por ejemplo, en las imágenes de televisión que insistían sutilmente sobre determinado tipo de pancartas que reforzaban la idea presidencial y por la manera en que opacaron otra serie de expresiones de protesta que también se presentaron en las marchas.

Víctimas de ese ocultamiento fueron, por mencionar un caso, quienes pedían por la reparación de las víctimas o aquellos que clamaban por los desaparecidos. ¡Claro que estuvieron en los medios!, podrán decir: sí, cierto, estuvieron... Pero fue de manera marginal, cuando en Colombia esos asuntos tienen unas dimensiones tan profundas como el propio secuestro.

Creo que este tipo de hechos informativos tiene que tener un cubrimiento distinto por parte de la prensa, precisamente por tratarse de situaciones atípicas dentro de la vida nacional. No se pueden cubrir igual que otra clase de sucesos informativos porque no son idénticos. Ya el maestro Javier Darío Restrepo ha insistido en ello desde hace años: por sus dimensiones e implicaciones, la guerra y la paz no pueden presentarse como cualquier otra noticia.

Si bien periódicos y noticieros hicieron un esfuerzo por presentar la información de una manera distinta, la mayoría se quedó en la envoltura, en lo mínimo que fue dedicar más espacio y tiempo a la información.

Porque la filigrana de la noticia, es decir, la manera en que ellas fueron construidas, en el fondo no se diferenció mucho de cualquier otra información rutinaria, sea de economía, fútbol o la propia paz. Y eso se vio en las fuentes que consultaron, en los encuadres que usaron, en los géneros periodísticos que emplearon, es decir, en la narrativa que tuvieron en su conjunto.

Hubo muy buena planeación para estar en las marchas y presentar la información a tiempo y en abundancia, pero no la suficiente discusión en los consejos de redacción sobre por dónde enfocar la noticia, qué preguntar distinto, cómo narrar distinto a lo cotidiano. Porque evidentemente un millón de personas en las calles, como indicaron algunos cálculos, no es algo que se vea todos los días.

Esa planeación sobre el contenido noticioso es necesaria para romper con la homogeneidad de la información que todos los medios presentan. Pero, sobre todo, para buscar conmover a una sociedad cuyos niveles de tolerancia frente a la tragedia cotidiana son tan altos que todo, no importa qué tan grave sea, se presenta igual a cualquier estupidez, y de pronto es por ello que a la gente le vale lo mismo que cualquier estupidez.

Hubo apuestas arriesgadas y creativas para presentar la información sobre estas marchas y para convocar a la ciudadanía. Algunas tuvieron unos resultados que desde el punto de vista informativo, estético y ético fueron un ejemplo de excelente periodismo; sin embargo, fueron golondrinas que no hicieron verano.

Esta eterna coyuntura que padece el país requiere de los medios y de sus periodistas análisis y explicación, información que vaya más allá de datos secos y las declaraciones bonitas, por más personajes que las entreguen… Por más marchas multitudinarias que encabecen.

Aquí hay que cambiar modelos y paradigmas para, desde los medios, apostarle más a la información que hable de la gente, de la gente que es víctima, que explique los procesos, los contextos, la historia que hay detrás, que le haga seguimiento a lo que pasó o no pasó después de los acontecimientos que fueron informados…

Porque de espectáculo, melodramas baratos y mal hechos, pero sobre todo de olvidos informativos y de noticias que miran donde no es, Colombia ya conoce bastante.

Artículo para la edición 455 de Actualidad Colombiana. www.actualidadcolombiana.org
La fotografía es de la agencia Colprensa.

Comentarios

César-in dijo…
Bueno, es cierto. La lógica mediática y las buenas prácticas que son tan escasas. Las famosas golondrinas esas que son la excepción que confirma la regla.
¿Cómo se hace para que se venga de verdad el verano?
Me alegra que estés de nuevo publicando.
RADIO NEBLINA dijo…
Por aquí merodeando, gracias por el comentario en DE LA URBE. Ya escribiré sobre alguna reacción suscitada en este blog, saludos newyorkinos

Entradas más populares de este blog

“La noticia en Q’hubo desnaturaliza el fenómeno de la violencia”

1. El mito fundacional de la nación colombiana el 7 de agosto de 1819

7 de agosto - Batalla de Boyacá: una manera de construir el imaginario Ejército-Nación