Pueblos en vías de extinción



A un pueblo no se le mata solo acribillándolo a bala, aunque esa es una de las formas típicas que se sigue empleando. Hoy se usan recursos más sutiles: la negación, el olvido, la exclusión... Así se hacen ahora los genocidios, de manera lenta, silenciosa, sin causar pánico ni hacer el estruendo que produce un misil al explotar.

De esa forma están muriendo en este momento naciones enteras, pero no aquellas que la ciencia política llama estados-nación, que son, para simplicar, los actuales países con su gente. Las que están desapareciendo así son las conformadas por los pueblos indígenas, por comunidades originarias que llevan siglos sobre el pedazo de faz de la tierra que les tocó.

Con motivo del Día Internacional de los Pueblos Indígenas, 9 de agosto, vale recordar que decenas de ellas están en proceso de extinción en todo el mundo y que muchas son de América Latina.

En esta parte del mundo, la población indígena se calcula en 40 millones de personas, pertenecientes a unos 400 grupos étnicos. Pero muchos son en realidad grupos pequeños: "El 70% de esos pueblos está compuesto por poblaciones de menos de 5 mil personas", dice un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

Por ejemplo, en el municipio de Chiquimulilla, en el sur de Guatemala, el año pasado sólo quedaba una persona hablando una lengua que tiene el mismo nombre de la población: eso significa que cuando ella muera también morirá una cultura ancestral.

Lo es porque "el idioma es esencial para mantener la cultura y la identidad de un grupo. Es el vínculo tanto con el pasado como con el futuro y nos sirve de base para nuestra vitalidad social, emocional y espiritual", como explicó un líder indígena canadiense al hablar ante el último Foro Permanente de los Pueblos Indígenas.

Cuando esas personas y esas lenguas extrañas van muriendo, la humanidad va perdiendo a trozos una de sus mayores riquezas, que es la diversidad cultural.

En los llanos del Apure, en el occidente de Venezuela, el pueblo Yaruro o Pumé, está olvidando sus cantos ceremoniales tradicionales. Lo grave no solo es que tengan menos chamanes que los defiendan de las enfermedades o que les demoren la muerte, sino que esta comunidad, dicen los antropólogos, tiene una cosmovisión y una religiosidad muy profunda que quién sabe si se pueda recuperar.

En Colombia, 12 pueblos fueron definidos por Naciones Unidas como "en vías de extinción", algunos por estar cercados por el conflicto armado que vive el país. Entre ellos están los Nukak Makú, uno de los últimos grupos nómadas del mundo, que no tiene más de 500 miembros.

En marzo de este año, 138 nukak abandonaron la selva amazónica en la que siempre han vivido, en límites entre Colombia y Brasil: "Hay quienes dicen que salieron huyendo de las Farc y otros que llegaron buscando comida. Los últimos, que provenían de la zona de Tomachipán (San José del Guaviare), dicen que caminaron cerca de dos meses para llegar a la ciudad", según una crónica de abril del diario El Tiempo.

Las amenazas violentas son por luchas políticas, como allí, o por la búsqueda de riquezas, como ha pasado y aún pasa en toda América, cuan larga y ancha es.

Por habitar, por lo general, en zonas que tienen una gran biodiversidad o una riqueza natural gigantesca, cada vez padecen más presiones de negociantes que a título individual o de empresas se quieren quedar con sus territorios.

Para otros, la destrucción progresiva viene de los procesos de aculturación, es decir, de la asimilación de elementos de culturas ajenas que los hacen olvidar lo que siempre ha sido suyo.

La etnia Pame y su lengua están en vías de extinción, pues hoy apenas hay 8.400 personas, cuando en la época prehispánica fue un nación grande y poderosa que dominaba todo el centro norte de México. "Su principal enemigo es la pobreza, la cual los lleva a migrar a otras ciudades del país así como a Estados Unidos: cuando regresan utilizan muchas palabras en inglés", informó hace unos meses la agencia de noticias Notimex.

El abandono en la atención de sus necesidades básicas y la negación de sus derechos son formas que históricamente se han usado para derrotarlos, y que siguen de moda.

Ocurre, aunque parezca paradójico, en países como Ecuador, donde los indígenas llegan al 45% de la población total del país, pero tienen poca participación parlamentaria y gubernamental; o en Chile, donde siendo el 10% de los ciudadanos, no están siquiera reconocidos por la Constitución.

El ascenso de los indígenas como actores sociales y políticos es una de las revoluciones pacíficas más importantes de América Latina en los últimos 20 años. Aún así, son muchas las formas en las que se les sigue exterminando.


La información base de este artículo la publiqué en La Prensa, de Panamá (www.prensa.com), el 9 de agosto de 2006. La foto es de Fernando Vergara, de la agencia AP

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