La historia, en manos de los pillos

Uno de los jefes del grupo paramilitar Bloque Central Bolívar, 'Ernesto Báez' (quien en realidad se llama Iván Roberto Duque Gaviria), anunció que publicará un libro en el que hará revelaciones sobre la muerte del dirigente político Luis Carlos Galán Sarmiento.

Contendrá, según información publicada por El Tiempo el 13 de diciembre de 2005, “verdades de la historia colombiana de los últimos 25 años”. Y anota: “He trabajo arduamente en recoger los documentos y las pruebas para hacer un libro serio”.

Báez hizo el anuncio durante el acto de desmovilización propio y de una parte de sus hombres, cumplido en el Nordeste de Antioquia el 12 de diciembre: entregaron sus armas 1.924 paramilitares, de unos 6 mil que tiene ese Bloque.

Como cualquier persona, él está en su derecho de publicar lo que quiera. Lo grave es que está haciendo carrera en Colombia que los libros de quienes han estado metidos en el mundo del crimen tengan bastante resonancia y sean recibidos por mucha gente como verdades absolutas.

La prueba de la acogida de esos libros es que se venden hasta en librerías de estrato seis y que tienen abundante eco en los medios masivos de información. Ojalá un trabajo académico serio tuviera tanto despliegue en revistas, periódicos y en cuanta emisora y canal de televisión exista.

También es prueba de su popularidad que se consigan en los semáforos donde se ofrecen versiones 'piratas' a precios módicos, negociables según el bolsillo del cliente, que me imagino se venden bastante para que ese negocio esté tan extendido. (Por eso no creo tanto eso de que la gente no lee: lo que pasa es que no hay plata para leer porque los libros están muy caros. Pero eso es harina de otro costal...)

No hay que ser adivino entonces para decir que Báez se convertirá en un escritor tan leído en la calle como Chopra o Coelho. Como ya lo fueron Carlos Castaño y John Jairo Velásquez Vásquez, alias 'Popeye', por sólo mencionar a dos personajes de ingrata recordación en la historia violenta del país que sin embargo son best sellers con sus respectivos libros de confesiones.

En Colombia, con tantísimos hechos aún sin aclarar, la historia reciente, la que queda en la mente de los ciudadanos, se construye en buena medida a partir de lo que dicen los delincuentes.

Soy de los que digo que uno tiene que leer a estos personajes porque, por supuesto, conocen la historia ya que fueron sus protagonistas. Incluso recomiendo comprarles sus libros pero sólo los 'piratas' porque no hay que gastarles ni un peso a las ediciones oficiales. Ojo que es el único caso en que no condeno la 'piratería'.

Todos esos tipos dicen algunas cosas ciertas. Báez, por ejemplo, seguro dirá algunas porque hizo parte de los paramilitares de Puerto Boyacá que en los años 80 recibieron dinero, armas y entrenamiento de mercenarios israelíes que pagó el narcotráfico y que los convirtió en sus ejércitos privados. Ese narcotráfico que estuvo involucrado junto a sectores políticos tradicionales, como tanto se ha dicho, en la muerte de Galán.

También fue uno de los fundadores del grupo político ‘Morena’ (Movimiento de Restauración Nacional), creado en abril de 1989 por sectores de extrema derecha asociados al paramilitarismo del Magdalena Medio. Dentro de esa estrategia tuvieron también los periódicos locales ‘La paz’ y ‘Resumen gráfico’. Pero todos finalmente no continuaron por la reacción negativa que desataron en el resto del país.

Un documento casi inédito
Con la noticia de su libro, Báez me hizo buscar algunos documentos viejos que no he utilizado en publicaciones y entre ellos hallé uno firmado por él como Iván Roberto Duque. No era exclusivo suyo pero conociendo su habilidad oratoria, seguro fue él quien le metió más mano.

También lo firmaban Jairo Correa Alzate (narcotraficante del Magdalena Medio de quien recuerdo le ofreció a un cura paisa de Puerto Boyacá una millonada para que fuera el segundo o tercer alcalde popular de esa localidad, pero el sacerdote no aceptó ni la plata ni la candidatura). Y firmaban además el Comandante Jorge (jefe de las Autodefensas de Puerto Boyacá) y Rubén Jaramillo, a quien no identifico pero que figura en el texto como ‘dirigente gremial’.

El documento tenía unas propuestas de paz y le fue entregado, en marzo de 1995, a los comandantes del Eln (Ejército de Liberación Nacional) Francisco Galán y Felipe Torres, por entonces detenidos en la Cárcel Nacional Modelo, en Bogotá. No recuerdo que haya tenido difusión en la prensa nacional, pese a que hacía revelaciones importantes en su momento y que aún hoy lo son.

Se titulaba “Iniciativas para la paz – Región del Magdalena Medio colombiano” y transcribo un par de páginas donde cuenta a grandes rasgos la historia del conflicto armado en esa parte del país. Aclaro que los destacados no son del original sino míos:

“La teoría revolucionaria de ‘la combinación de todas las formas de lucha’ tuvo particularmente en el Magdalena Medio un elocuente escenario para ser puesta en práctica: numerosas personas fueron retenidas y muchas de ellas posteriormente asesinadas, se impuso a sangre y fuego la ‘vacuna ganadera’, se ajustició a campesinos y obreros tras la sindicación de ser informantes, se amenazó e intimidó a quien no acudía al pago del impuesto de guerra o no aportó uno o dos hijos para la causa. Los auxiliadores urbanos de la subversión abusaron de su condición y en nombre de la revolución y de los ‘muchachos’ cometieron toda clase de atropellos y despojos”.

“Todos estos actos característicos de la guerra que vive el país desde hace más de 30 años, minaron la economía regional, provocaron un éxodo semejante al fenómeno de la migración que otrora pobló la zona y represaron peligrosamente un sentimiento de reacción en las comunidades que tuvo su epílogo en la creación del Movimiento de Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio”.

“Cuando los hacendados, ganaderos y comerciantes prósperos huyeron, cuando la tierra se desvalorizó, cuando se generalizaron las muertes y secuestros selectivos, cuando decayó a niveles críticos la inversión de capitales, cuando el campo fue prácticamente abandonado, etc., un grupo de dirigentes gremiales a la cabeza de un antiguo ex militante guerrillero alias ‘El Viejo’ y con el decisivo apoyo logístico de las Fuerzas Armadas, acordó la creación de la organización de la autodefensa campesina con el propósito de enfrentar militarmente a la subversión y eliminar de plano a todo aquel que política e ideológicamente se identificara con la subversión armada”.

“Así pues, la ofensiva militar en principio declaró como objetivos de guerra a los dirigentes políticos de izquierda que ocupando cargos de representación popular se los refutaba como patrocinadores y auxiliadores de la guerrilla”.

“Las ejecuciones fueron sistemáticas y selectivas. Agitando las banderas de un feroz anticomunismo alimentado, estimulado e impulsado por las Fuerzas Armadas, los grupos de autodefensa bajo la comandancia de Henry Pérez Morales acometieron las más audaces acciones paramilitares que recuerden las crónicas judiciales del país”.

“Toda esta política de exterminio, que concluyó con el desalojo de los grupos guerrilleros que operaban en la región, no sólo afirmó la indisoluble connivencia con las Fuerzas Armadas y el Alto Gobierno, sino que para el año de 1985 atrajo la atención del extinto narcotraficante Gonzalo Rodríguez Gacha y su ejército privado, con quienes iniciaría la autodefensa campesina una nueva etapa de radicalización y beligerancia militar con enormes recursos económicos y la posesión de un gigantesco arsenal”.

“Con más de 2.500 hombres en armas y la notoria incidencia de los dineros del narcotráfico en la financiación de sus ingentes gastos de la organización, paulatinamente se fueron desdibujando los principios y objetivos que habían dado origen al movimiento y cada vez más saltaron a la vista la lucha por otros intereses muy ajenos a lo que se denominaba como lucha antisubversiva”.

“La muerte de Rodríguez, Pérez y Ariel Otero plantea una profunda revisión y reestructuración del movimiento de autodefensa en orden a revivir y revitalizar el objetivo primigenio de la organización y su filosofía de lucha”.

“Esta reestructuración a fondo estaba profundamente orientada a conjurar las equivocaciones y excesos en que había indefectiblemente incurrido la organización de las autodefensas campesinas. En los comienzos del año 1991 los resultados de las investigaciones judiciales pusieron de manifiesto los inocultables nexos de las autodefensas con los grupos paramilitares del extinto José Gonzalo Rodríguez Gacha y el compromiso penal de ambos bandos en las muertes de los dirigentes políticos de izquierda como el Dr. Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo Ossa”.

“De igual manera, se conocieron pronunciamientos de la justicia en torno a la responsabilidad de estas organizaciones en los sucesos criminales de La Mejor Esquina, Las Tangas, La Negra, Honduras, Segovia, El Tomate, La Rochela (matanza de jueces e investigadores), San Bito (matanza de 17 comerciantes), Cimitarra (asesinato de la periodista Silvia Dussán y de dos dirigentes de la Asociación Campesina del Carare)”.

“La muerte del médico Luis Silva y de otros dirigentes de la Unión Patriótica en Puerto Boyacá, Puerto Nare, Cimitarra, Puerto Parra, etc., y como epílogo de este largo itinerario de muerte, el país registraba horrorizado las declaraciones del general Maza Márquez y de otros altos dignatarios sindicando a los grupos paramilitares del Magdalena Medio con epicentro en Puerto Boyacá, como coautores materiales e intelectuales de las bombas terroristas y de los atentados criminales a altos funcionarios estatales en el marco de la guerra narcoterrorista del Cartel de Medellín”.

“En medio de este panorama desconcertante de desprestigio nacional, los autodenominados grupos de autodefensa campesina deciden por orden de su comandante general Henry de Jesús Pérez Morales, alias ‘Móvil 20’ o ‘Gilberto’ y del segundo a bordo, Luis Alberto Meneses Báez, alias ‘Ariel Otero’, declararle la guerra a su antiguo y leal socio Sr. Pablo Escobar Gaviria”.

“Esta determinación obedeció a la nueva estrategia de Pérez y Otero de reafirmarse en la alianza con las Fuerzas Armadas, la cual se había puesto en serio peligro a raíz de la decisión del Gobierno de combatir a sangre y fuego a Escobar”.

“El enfrentamiento a muerte entre el jefe del Cartel y las autodefensas afianzó nuevamente las relaciones con el Ejército y la Policía. Como las anteriores épocas de lucha contra la guerrilla, la autodefensa en cabeza de Pérez primero y después de Ariel Otero, marcharon a la vanguardia de la fuerza pública combatiendo a Escobar”.

“Nuevamente la organización de Pérez volvía a ser el instrumento servil de la industria de la guerra. Como capítulo final de este baño de sangre en el que cayeron innumerables víctimas inocentes, en la tarde del 20 de julio de 1991 fue muerto por sicarios del Cartel el señor Pérez. Su puesto de mando fue inmediatamente ocupado por alias ‘Ariel Otero’, quien en la misma tarde juró vengar la muerte de su compañero caído desafiando a Escobar por un medio de comunicación. Seis meses después era víctima de un atentado que terminó por quitarle la vida”.

“Días antes el dirigente político Iván Roberto Duque Gaviria había logrado culminar un proceso parcial de desmovilización y de desarme de las autodefensas, iniciado hacía más de dos años. Ante los altos mandos miliares reunidos en una cumbre en el salón del Concejo del Municipio de Puerto Boyacá el 21 de diciembre de 1991, el citado dirigente político, en un análisis de la situación de orden público en la región, atribuyó al binomio narcotráfico-autodefensas la circunstancia del notorio descrédito y pésima imagen del Magdalena Medio ante la opinión nacional”.

“Con la desaparición de Otero sobrevinieron una serie de pugnas internas que condujeron a una recíproca y sistemática ejecución entre los mismos cabecillas. No es posible en el Magdalena Medio establecer una estadística confiable de las víctimas de esta tremenda devaluación de la vida humana, y mucho menos determinar qué saldo corresponde a la guerrilla, al cartel de las drogas o a las pugnas internas de las autodefensas”.

“Tenemos de que por cuenta de estos dos últimos factores el saldo de víctimas inocentes o culpables sea inmensamente superior al arrojado del conflicto autodefensas-guerrilla, con el agravante eso si de que en éste queda pendiente aún la suma de los dirigentes políticos, populares y sindicales que ajenos a la lucha armada no debieron ser jamás objetivos de guerra”.

Los que escriben la historia
En fin, dejemos por ahí el documento. Apuesto que el libro de Báez dirá más cosas como estas que cuenta este documento que él firmó hace ya 10 años. Pero como los de todos sus ‘colegas’ de organizaciones ilegales, también ocultará versiones, las desviará o tergiversará. Porque en estos casos no se sabe con qué intenciones es que hablan o callan.

Aún todo eso, lo que están haciendo estos libros es llenar varios vacíos:
- El de dar a conocer qué ha pasado en Colombia.
- El de apuntarle a unas situaciones que no ha sido capaz de esclarecer el aparato de justicia del Estado.
- El de copar espacios que no han llenado en forma debida ni la academia ni otros protagonistas de los hechos, en especial aquellos que no necesariamente han estado al margen de la ley pero siguen temiendo hablar.

Demasiado trágica, pero también demasiado fascinante, la historia y los pedazos de verdad que cuenta ese viejo documento que igualmente firma Báez. Lamentable que quienes tanto han golpeado al país sean quienes estén escribiendo su historia. Hasta yo caí en este relato en su juego.

Comentarios

Anónimo dijo…
Esto salió publicado en Vanguardia Liberal y fue vuelto a publicar en el portal www.hispamp3.com
http://www.hispamp3.com/noticias/noticia.php?noticia=20051121171127
y habla de la influencia de los paramilitares y el narcotráfico en la piratería. Aunque el artículo habla solo de piratería musical, no descarto la posibilidad de que también se aplique a la idustria editorial (Recordemos como el libro de Carlos Castaño se vendió en los semáforos y las autoridades permitieron la venta sin problemas)

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